He aquí el camino de la luz: El que quiera llegar al lugar designado, que se esfuerce en conseguirlo por medio de sus obras. Este es el conocimiento que se nos ha dado para caminar por el camino de la luz.
Ama al que te ha creado, teme a quien te formó, glorifica a quien te redimió de la muerte. Sé sencillo de corazón y rico de espíritu. No sigas a los que andan por el camino de la muerte, aborrece todo lo que desagrada a Dios, y toda hipocresía, no abandones los preceptos del Señor. No te exaltes a ti mismo, sé por el contrario, humilde en todas las cosas. No te glorifiques a ti mismo. No concibas malos propósitos contra tu prójimo, y no permitas que la insolencia domine tu alma.
No hagas acepción de personas para reprender a cualquiera de su pecado. Sé manso, tranquilo, temeroso de las palabras de Dios que has oído. No guardes rencor a tu hermano.
Ama a tu prójimo más que a tu propia vida. No mates al hijo en el seno de la madre, ni tampoco lo mates una vez que ha nacido. No abandones el cuidado de tu hijo o a tu hija, sino que, desde su infancia, les enseñarás el temor de Dios. No envidies los bienes de tu prójimo, no seas avaricioso. No frecuentes a los orgullosos; por el contrario, tratarás con los humildes y los justos.
Todo lo que te suceda los aceptarás como un bien, sabiendo que nada sucede sin la disposición de Dios.
Ni en tus palabras ni en tus intenciones ha de haber doblez pues la doblez de palabra es un lazo de muerte.
Compartirás todas las cosas con tu prójimo, y no dirás que son de tu propiedad; pues si en los bienes incorruptibles sois partícipes, ¡cuánto más en lo perecedero! No seas precipitado en el hablar, pues la lengua es una trampa mortal. Guarda la castidad por el bien de tu alma.
No tengas las manos abiertas para recibir y cerradas para dar. Ama como a la niña de tus ojos (Dt 32, 10) a todo el que te habla del Señor.
Piensa día y noche del día del juicio, y busca siempre la compañía de los santos, bien trabajando y caminando para consolar por medio de la palabra, bien meditando para salvar un alma con la palabra, bien trabajando con tus manos para redimir tus pecados.
No seas remiso en dar, ni murmures cuando das y un día sabrás quien sabe recompensar dignamente. Guarda lo que recibiste, sin añadir ni quitar nada (Dt 12, 32). Aborrece totalmente el mal. Juzga con justicia.
No seas causa de división, sino procura la paz reconciliando a los que contienden. Confiesa tus pecados. No te acerques a la oración con una mala conciencia. Éste es el camino de la luz. (Carta de Bernabé)
|