Orar
Haz, Señor, que yo te busque

HAZ, SEÑOR, QUE YO TE BUSQUE

Con esta afirmación de S. Agustin, qué bien podremos orar un momento, o varios, o muchos; los que Dios nos conceda y nosotros queramos orar. Se trata sencillamente de DEJARNOS CONDUCIR, por quien sabemos nos ama y nos guía.

Querido hermano que te acercas a estas líneas para orar, deja que la luz de DIos ilumine tu vida, hay momentos en los que, quizá, no veas que esa luz está presente, no la sientas, no la palpes, no la creas... pero ESTÁ. En el camino de la vida, que todos recorremos, hay hermanos y hermanas que nos han precedido y nos han dejado la indeleble huella de su vida, de su actuar, de su camino de conversión, de vuelta a Dios, a lo verdadero, lo duradero, lo eterno. Por eso, en estos minutos, te invito a leer despacio, a meditar, a orar. Deja que la palabra amiga penetre en tu interior, hazla tuya, y pide que a otros también les llegue este momento de acercamiento a la Luz de Dios.

Sí, Señor, haz que te busquemos, no nos dejes a nuestro arbitrio, condúcenos, únenos, pacifícanos, llénanos de Ti. Te lo pedimos en nombre de  tantos que te buscan con sincero corazón.

OREMOS con San Agustín.

1. Grande eres, Señor, e inmensamente digno de alabanza; grande es tu poder y tu inteligencia no tiene límites.

Y ahora hay aquí un hombre que te quiere alabar. Un hombre que es parte de tu creación y que, como todos, lleva siempre consigo por todas partes su mortalidad y el testimonio de su pecado, el testimonio de que tú siempre te resistes a la soberbia humana. Así pues, no obstante su miseria, ese hombre te quiere alabar. Y tú lo estimulas para que encuentre deleite en tu alabanza; nos creaste para ti y nuestro corazón andará siempre inquieto mientras no descanse en ti.

Y ahora, Señor, concédeme saber qué es primero: si invocarte o alabarte; o si antes de invocarte es todavía preciso conocerte.

2. Pues,  ¿quién te podría invocar cuando no te conoce? Si no te conoce bien podría invocar a alguien que no eres tú.

¿O será, acaso, que nadie te puede conocer si no te invoca primero? Mas por otra parte: ¿Cómo te podría invocar quien todavía no cree en ti; y cómo podría creer en ti si nadie te predica?

Alabarán al Señor quienes lo buscan; pues si lo buscan lo habrán de encontrar; y si lo encuentran lo habrán de alabar.

Haz pues, Señor, que yo te busque y te invoque; y que te invoque creyendo en ti, pues ya he escuchado tu predicación. Te invoca mi fe. Esa fe que tú me has dado, que infundiste en mi alma por la humanidad de tu Hijo, por el ministerio de aquel que tú nos enviaste para que nos hablara de ti. 

(Libro de las Confesiones)

Monjas Mínimas de Daimiel