Orar
A orar... orando
A ORAR... se aprende ORANDO

No voy a explicar el concepto de oración y su importancia, que todos conocemos. No voy a pretender tampoco dar “una receta” sobre la oración, prefiero sencillamente hacerte una invitación y que pruebes por ti mismo este manjar, que llegues a gustar cuán bueno es el Señor.

Tal vez tengas cerca alguna iglesia abierta y seguramente pasas muchas veces por su puerta. Te invito a entrar por unos momentos, aunque no sea mucho tiempo, eso sí, olvídate del reloj, del tiempo, de las prisas…. Ha de ser unos momentos de sosiego. Aquí o en cualquier lugar, pero entra dentro de ti mismo.

También te aconsejo que desconectes el móvil… sólo unos instantes, pero es necesario.
Vas a escuchar a Aquel que no necesita celular, vas a entrar en contacto con Aquel que te ama desde toda la eternidad.

Vienes a orar, pero ¡qué misterio! No sabes ni como empezar… y es que por nosotros mismos no sabemos orar como conviene. Pero se trata sencillamente de dejarse mirar, dejarse amar, dejarse orar… y saborear el don gratuito.

Sí, es el Espíritu quien toma la directiva, es el Espíritu mismo quien intercede continuamente por nosotros con gemidos inefables. Tú solo ábrete, déjale entrar y hazle entrega de tu ser. Es lo que hizo Jesús, entregarse por amor. Es un modo de dar la vida por los demás.
Es el amor del Espíritu quien te mueve a amar y desde aquí puedes llegar a todos aunque estén distantes. Es el mayor bien que podrás hacer.

Tal vez cuando salgas tengas la sensación de no haber hecho nada, de no haber sentido nada, … pero seguro que te llevas esa paz que es fruto del Espíritu. Esa paz, fruto de tu entrega. Ibas sediento y has bebido quedando aún con más sed porque ha caído en ti esa “gotita” que salta hasta la vida eterna. Es el Espíritu quien ha encendido tu llama en lo más profundo de tu ser para que contagies a otros y se propague su Amor.


Sor Magdalena López, OM
Daimiel