Jerez de la Frontera (Cádiz)
Presentación

Corría el año de 1524 cuando un grupo de monjas Mínimas, procedentes de Andújar, se establecía definitivamente es este pedacito de tierra de María Santísima que se llama Jerez de la Frontera. Hacía unos nueve años que comenzaron a edificar su convento en unos terrenos situados en la Parroquia de San Marcos. Por fin se erigía canónicamente el segundo Monasterio de la Orden.

Cinco siglos de entrega y alabanza para gloria de Dios, cientos de Hermanas que han gastado generosamente su vida al servicio del Reino, desde este “jardín sellado” de nuestra clausura, tanto en los momentos de esplendor y prosperidad como en los años difíciles de penuria y penalidades de todo tipo (guerras, epidemias, etc.). Cinco siglos manteniendo en alto el listón del carisma penitencial característico de nuestra Orden, con el talante alegre, generoso y acogedor típico de los jerezanos.

Toda una historia de santidad callada y escondida, pero recogida en nuestras crónicas: M. Mercedes del Corazón de Jesús, M. Josefa Roldán, M. Patrocinio, M. Purificación...

Una historia de santidad y amor que no ha terminado y que tratamos de continuar las que actualmente componemos esta Comunidad: siete monjas profesas y dos novicias procedentes del Camino Neocatecumenal. Un servicio continuado de oración y penitencia para la Iglesia y el Mundo.

Nuestro Monasterio se llama de la Purísima Concepción y la Virgen, nuestra Madre y Patrona, no podía dejar sin algún signo el amor y devoción de sus hijas Mínimas, por eso a los 40 años de la fundación manifestó su deseo de ser también y perpetuamente nuestra Superiora. Así lo recogen las crónicas de aquel tiempo:

“Se apareció Nuestra Señora del coro alto a la Hermana Sor Marta de San Andrés, siendo Prelada la Reverenda Madre Sor Beatriz de Avila. Se halló en la puerta Reglar, entre dos paredes, sentada en un cojín o almohada, año de 1.540.”
"Sor Marta de S. Andrés, una noche, al encender la luz que estaba en el arco de la puerta reglar, oyó clara y distintamente estas palabras: ´Di a tu Prelada que me saque de este sitio, que vengo a ser Correctora de esta Comunidad`
La Prelada, Sor Beatriz Dávila, religiosa de gran santidad y dotes de gobierno, prestó atención a las palabras que le comunicó la Hermana y no hizo más.
A la noche siguiente y a la misma hora la hermana Sor Marta oyó las mismas textuales palabras, que comunicó de nuevo a la Prelada.
Llegada la noche tercera la Rvda. Madre. siguió los pasos de la leguita sin que ésta lo advirtiera. Al encender la lámpara oyó la misma voz de las dos noches anteriores que le decía: “Di a tu Prelada -que oyéndome está- que me saque de este sitio que vengo a ser Correctora de esta Comunidad”. Entonces Sor Marta advirtió que la Prelada estaba a su lado.

Como en aquel lugar no había alteración ninguna, no sabían cuál era el sitio señalado por la misteriosa voz. Avisado un maestro de obras estudió detenidamente los dos pilares del arco y advirtió que uno estaba hueco.
Después de un trabajo delicado pero relativamente corto, se descubrió una concavidad y depositada en ella una bellísima imagen de la Stma. Virgen, sentada sobre un cojín.

Esta imagen se conserva actualmente en el Coro Alto, como signo de la protección maternal de la Virgen que vigila y conduce nuestro esfuerzo diario de agradar a su Hijo, por eso todas las monjas vamos a pedir su bendición cada día.

Amor a la Virgen y amor a la Eucaristía, centro y eje que sostiene nuestra vida y alrededor del cual gira nuestra jornada, pues a la celebración y adoración diaria de este divino Sacramento, se une la elaboración de las formas para la Misa como nuestra contribución específica a nuestra Diócesis.

Cinco siglos de vida Mínima en Jerez, aquí nos quiso y nos quiere el Señor, y nosotras vivimos con ilusión nuestra entrega tras las huellas de nuestro Padre San Francisco, como fuerza viva al servicio de la Iglesia y del mundo, de todos los hombres.