Paola (Cosenza, Italia)
Presentación
El monasterio Jesús María, de Paula, es el más reciente de los monasterios que componen la Federación. Se podría decir, además, que es fruto de ella, ya que todo el proceso de la fundación fue puesto en marcha y guiado por la misma Federación, a través de la Madre Presidenta Federal y su Consejo. A la realización del proyecto, obviamente en grados y maneras diferentes, contribuyeron en su día todas las comunidades. Después de un largo y fatigoso proceso, en el que hubo que superar no pequeñas dificultades, se pudo llegar a la apertura del monasterio en octubre del 1993, a su inauguración oficial, febrero 1994, y finalmente al decreto de erección canónica en julio del mismo año 1994.

Lo específico de este monasterio, y el fin por el cual fue deseada y realizada la fundación, es el de una mayor aproximación a las fuentes del carisma y a la primera inspiración del Fundador, el cual vio la luz en esta ciudad de Italia meridional y vivió en ella durante muchos años su experiencia eremítica, en completa soledad primero y en compañía de sus discípulos después.

El monasterio se levanta en la ladera de una colina frente al Santuario de San Francisco de Paula, separado de éste por el torrente Isca. Junto al torrente San Francisco encontró su primer refugio, una pequeña gruta excavada en la roca; más tarde edificó, también junto al torrente, el primer eremitorio, con tres celdas para acoger a sus primeros compañeros. El Isca fue testigo de largas horas de oración contemplativa, de su empeño en el ayuno y en otras formas de penitencia, ofrecidas a Dios por la paz y la salvación de todos los hombres. Dios se dignaba realizar por medio suyo muchos milagros y curaciones, a fin de garantizar la misión que le había confiado de llamar a sus contemporáneos a la conversión, invitándoles a la penitencia. Los innumerables signos prodigiosos que obraba contribuían a fortalecer en todos los corazones la fe y la esperanza, pues hacían evidente la presencia de Dios entre aquellas sencillas gentes. Para todos tenía palabras de consejo, de estímulo y de consuelo.

A menudo San Francisco dejaba a sus frailes restaurando sus fuerzas con el alimento o el descanso y él, cruzando el torrente, entraba en la profundidad del bosque solitario para dedicarse más intensamente a la oración, en medio de una naturaleza agreste, donde todo habla de la trascendencia y del absoluto de Dios. Precisamente en esos parajes, santificados por la oración y la penitencia del Fundador, ha sido edificado este monasterio, con el fin de acoger una comunidad de Mínimas que viviese el empeño de seguir su ejemplo y profundizar en su espiritualidad, testimoniando la supremacía de los valores del Reino.

Las Hermanas de esta comunidad nos hemos comprometido a seguir con especial empeño las enseñanzas de San Francisco, practicando la vida de soledad, oración y penitencia como él la ha dejado prescrita en la Regla. Se sigue el curso tradicional de las Horas litúrgicas, incluida la celebración nocturna del oficio de lecturas, y la vida comunitaria está cimentada en la austeridad y en el recíproco servicio, compartiendo en el gozo de la caridad fraterna el mismo ideal vocacional.