Valls (Tarragona)
Profesión Votos Solemnes Sor Diana del Sagrado Corazón de Jesús
PROFESIÓN SOLEMNE DE SOR DIANA DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
El día ocho de Junio de 2018, en este Monasterio  de la Inmaculada Concepción de María, de las Monjas Mínimas de Valls –Tarragona- , hizo su Profesión Solemne, Sor Diana del Sagrado Corazón de Jesús.
A esta consagración total y definitiva se preparó nuestra Hermana, con largos años de formación y vivencia de nuestro carisma y espiritualidad Mínima:  Un año de postulantado, dos de noviciado y  casi ocho de juniorado.
Su decisión definitiva de entrega gozosa a Dios, fue para ella y para la Comunidad un grande gozo.
Se preparó espiritualmente a este acto  con los santos Ejercicios Espirituales desde el 24 de mayo al  2 de junio. Toda la Comunidad la acompañó haciendo en las mismas fechas los Ejercicios Espirituales anuales.
El  8 de junio, fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, de quien ella es tan devota, todo resplandecía de fiesta en el Monasterio de Mínimas de Valls. El acto tuvo lugar a las 5 de la tarde.  Presidió la Eucaristía nuestro Sr. Arzobispo Monseñor  Jaume Pujol  Balcells, y concelebraron nueve sacerdotes, entre los cuales se hallaban  el Capellán  y el Confesor de la Comunidad: P. Xavier Mª Piqué (cmf)  y  Mn.  Lluís Simón, respectivamente.  Asistieron además una ermitaña, una aspirante, amistades, conocidos y vecinos que quisieron unirse a la celebración y a la alegría de Sor Diana y Comunidad.
Incluimos íntegra  la Homilía de nuestro Sr. Arzobispo por no tener desperdicio.  Se advierte su alegría  de participar en la Profesión de Sor Diana, su afecto a la Comunidad y su amor al Sagrado corazón de Jesús:
              “Queridos hermanos sacerdotes y diacono, querida Correctora Madre María Obdulia. Querida Sor Diana del Sagrado Corazón de Jesús Sánchez Sacsachín. Queridas hermanas del Convento de la Inmaculada Concepción de María. Queridos todos en el Señor.
Con mucha alegría vengo para celebrar la Eucaristía y presidir la Profesión de Votos Solemnes de nuestra hermana Sor Diana del Sagrado Corazón de Jesús, precisamente en la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.
Sor Diana: He leído con mucha atención y emoción lo que has escrito para esta ceremonia. La frase del recordatorio es muy bonita: "Hago de mi corazón un templo espiritual de encuentro diario con el Señor; y le ofrezco mi vida como un holocausto de amor".
Y en el folleto bajo el lema "Dueño de mi vida, vida de mi amor, ábreme la herida de tu Corazón". Dices que te sientes ciertamente indigna de que Dios te haya llamado a esa vida de entrega total, una vida austera y penitente en todo su rango, y ofrecida para el bien de la Iglesia y de toda la Humanidad. Pides que te lleve a Jesús, y te esconda en la llaga abierta de su costado para llegar a su Divino Corazón y embriagarte de amor por E1.
Precisarnente en la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús que celebramos podemos decir que la Iglesia se concentra, con una adoración y un amor especial, en torno al misterio del Corazón de Cristo. Cada año volvemos a este misterio en el ritmo litúrgico del tiempo de la Iglesia. Este mes de Junio está consagrado especialmente al Corazón Divino, al Sagrado Corazón de Jesús.
Bajo el símbolo del Corazón humano de Jesús se considera por encima de todo el Amor infinito de Cristo por cada hombre; por ello, el culto al Sagrado Corazón “nace de las fuentes mismas del dogma católico”, como los distintos Papas han expuesto en su abundante catequesis sobre este misterio tan consolador. En la liturgia de esta solemnidad se entrelazan dos figuras: la del Corazón de Jesús y la del Buen Pastor. Las dos expresan la misma realidad: el amor infinito de Cristo que da la vida por nosotros.
En el Corazón de Cristo se nos manifiesta el amor de Dios. Podemos considerar que las realidades más profundas de este amor se traducen en gestos muy cercanos a los hombres: Jesús se hace hombre como nosotros, se queda como alimento bajo las especies de pan y vino... El Corazón de Jesús es fuente y expresión de su infinito amor por cada hombre, sean cuales sean las condiciones en que se encuentra.
El evangelio que hemos leído nos habla de la lanzada al costado. La lanza del soldado hirió ciertamente el Corazón, para comprobar si el Condenado ya estaba muerto. Este Corazón -este Corazón humano- ha dejado de latir. Jesús ha dejado de vivir. El corazón no es solo un órgano que condiciona la vitalidad biológica del hombre. El corazón es un símbolo. Habla de todo el hombre interior. Habla de la interioridad espiritual del hombre. Y la tradición entrevió rápidamente este sentido de la descripción de Juan. Por lo demás, en cierto sentido, el mismo Evangelista ha inducido a esto cuando, refiriéndose al testimonio del testigo ocular, que era él mismo, ha hecho referencia, a la vez, a esta frase de la Escritura: "Mirarán al que traspasaron" (Jn 19,37; Zac 12, 10).
En realidad así mira la Iglesia; así mira la humanidad. Y de hecho, en la transfixión de la lanza del soldado todas las generaciones de cristianos han aprendido y aprenden a leer el misterio del Corazón del Hombre Crucificado, que era el Hijo de Dios.
Es diversa la medida del conocimiento que de este misterio han adquirido muchos discípulos y discípulas del Corazón de Cristo, en el curso de los siglos. Uno de los protagonistas en este campo fue ciertamente Pablo de Tarso, convertido de perseguidor en Apóstol. También nos habla él en la liturgia con las palabras de la Carta a los efesios. Habla como el hombre que ha recibido una gracia grande, porque se le ha concedido "anunciar a los gentiles la insondable riqueza de Cristo e iluminar a todos acerca de la dispensación del misterio oculto desde los siglos en Dios, Creador de todas las cosas" (Ef3, 8-9).
Esa "riqueza de Cristo" es, al mismo tiempo, el "designio eterno de salvación" de Dios que el Espíritu Santo dirige al "hombre interior", para que así "Cristo habite por la fe en nuestros corazones" (Ef 3, 16-17). Y cuando Cristo, con la fuerza del Espíritu, habite por la fe en nuestros corazones humanos, entonces estaremos en disposición "de comprender con nuestro espíritu humano" (es decir, precisamente con este "corazón") "cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y conocer la caridad de Cristo, que supera toda ciencia... " (Ef 3, 18-19). Para conocer con el corazón, con cada corazón humano, fue abierto, al final de la vida terrestre, el Corazón divino del Condenado y Crucificado en el Calvario.
Así, al final de este fundamental ciclo litúrgico de la Iglesia, que comenzó con el primer domingo de Adviento, y ha pasado por el tiempo de Navidad, luego por el de la Cuaresma, de la Resurrección hasta Pentecostés, domingo de la Santísima Trinidad y Corpus Christi, se presenta discretamente la fiesta del Corazón divino, del Sagrado Corazón de Jesús. Todo este ciclo se encierra definitivamente en Él; en el Corazón del Dios-Hombre. De Él también irradia cada año toda la vida de la Iglesia. Este Corazón es "fuente de vida y de santidad."
Como me gusta repetir en las diferentes ceremonias de profesión solemnes que he presidido en este Monasterio. Sor Diana conoces ya muy bien el carisma propio de las monjas Mínimas, que se caracteriza por esa ascesis cuaresmal, que busca lograr una constante conversión, con frutos dignos de penitencia en unión con Cristo crucificado, y como un servicio eclesial; la humildad; la caridad a Dios y a todos los hombres expresada en la total consagración a Dios y vivida en la unión fraterna de la comunidad, como irradiación del lema Charitas; la sencillez y la alegría, como frutos del carisma.
Sor Diana, rezaremos por ti para que aceptes las renuncias gozosamente que tendrás que hacer en el día a día. Y nos unimos a las gracias que das a Dios, a tus padres, a esta comunidad, a los sacerdotes y a todos los que te han ayudado de una manera u otra para poder realizar hoy tu gran deseo: Consagrarte al Señor toda la vida.
Vamos a continuar la celebración, orando por ti, Sor Diana y escuchando tu compromiso de amor con este Jesús que se ha constituido en el Señor de tu corazón. Que la Santísima Virgen, Madre Inmaculada, te proteja y te acompañe toda tu vida y por toda la eternidad. Amén.”