Mora de Ebro (Tarragona)
Presentación

            En la localidad Tarraconense de Mora d’Ebre,  en la ribera baja del Ebro, se levanta el Monasterio del Sagrado Corazón  cuya fundación se remonta al 1894, un centro de oración de adoración y de culto, consagrado al Corazón de Jesús como Templo Expiatorio. Se trata de una construcción austera que alberga en su interior una comunidad de Mínimas, hijas y herederas espirituales de San Francisco de Paula.

 

 

      En esta, vida de soledad y silencio, característica de la contemplación, se alternan espacios y tiempos de encuentro fraterno que crean un proporcionado equilibrio entre la vida  de retiro personal y convivencia comunitaria.

 

 

 

            La Comunidad fue llamada a llevar adelante esta misión, en el modo más propio y característico de personas consagradas a Dios dentro de una orden monástica: la vivencia fiel y radical de los contenidos de sus propios compromisos religiosos. A esta misión la Comunidad ha querido responder siempre a través de los años viviendo fielmente su carisma penitencial, sin ahorrar para ello esfuerzos ni sacrificios.

 La vida de la Mínima se convierte de este modo en una ofrenda continua al Corazón de Cristo en favor de los hombres, haciendo vida la frase evangélica “por ellos me santifico” (Jn 17,19).  

 

 

 

             La reparación, misión especial a la que está llamada la Comunidad ,  fue la petición que Dios hizo, por medio del Corazón de su Hijo, a una joven religiosa hoy en proceso de beatificación: Sor Filomena  Ferrer, natural de Mora de Ebro,  nacida en 1841 y fallecida en 1868, a la que manifestó su deseo de que fuera fundado un monasterio en Mora d’Ebre, en el que una comunidad de monjas Mínimas orase continuamente por las necesidades de la Iglesia y de España, ofreciendo la propia vida en unión con el sacrificio de Cristo, como  expiación y reparación porel pecado del mundo con el que los hombres se alejan de Dios y pierden el sentido de su propia vida.   

 

              En él la vida de las monjas discurre dentro de la sencillez propia de la Orden , dedicadas íntegramente a la oración, penitencia y escucha de la Palabra de Dios,  a lo que se añade una misión especial: la reparación.