Jerez de la Frontera (Cádiz)
Testimonio vocacional Sor Amada de la Trinidad
Sor Amada de la Trinidad
En alguna ocasión me pregunté: ¿Qué es el amor?... Y aquí hallé la respuesta.
“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados”
(1Jn 4,10)

 
Mi nombre de pila es Daniela Medina Romero. Nací en Bogotá D.C.- Colombia, hace 27 años. Soy la segunda hija de un matrimonio declarado nulo por la santa Iglesia Católica. Tengo tres hermanos: dos de padre y madre, y el tercero es únicamente por parte paterna. Puedo decir que, desde el vientre materno he recibido la fe cristiana, porque mis padres desde que eran jóvenes han pertenecido al camino neocatecumenal, y nos han transmitido su experiencia de redescubrimiento del Bautismo. Este camino de iniciación cristiana, para mí ha sido fuente espiritual y medio transmisor de los tesoros de la Iglesia.
Hace cinco años mi vida dio un giro radical. A este tipo experiencia suelen llamarle conversión, o coloquialmente es conocida como: “una tumbada de caballo al estilo de San Pablo”.
En aquel tiempo, era una joven de 23 años que tenía un dilema: era novia de un chico drogadicto, al cual “amaba”. Sabía que si seguía con él, terminaría adicta; pero, al mismo tiempo, era incapaz de dejarlo. La noche del viernes 12 de Junio del 2015, como de costumbre estaba en su casa, eran alrededor de las 8:00. Me dijo: “salgamos, hagamos algo diferente, estoy aburrido de estar encerrado en estas cuatro paredes” Salimos y, directamente me llevó a un parque donde frecuentaba fumar. Prendió el “porro” y recuerdo que miré al cielo, estaba lleno de estrellas y lo acompañaba una luna gordota; justo en ese momento me dio un dolor tan profundo, que desde el fondo del alma grité: ¡No quiero esta vida¡ ¡Ayúdame¡ ¡Ayúdame Señor¡ Todo a mi alrededor desapareció por un instante, quedé sumergida en mi interior, con un deseo indescriptible de confesarme. Él terminó de fumar y luego me llevó a mi apartamento. De mi boca jamás supo nada, nadie se enteró de lo que allí me había pasado.
Al día siguiente llamé a un sacerdote conocido, y me recibió en su despacho el miércoles. Le conté la situación y me dijo: “lee”.
<<las tendencias de la carne llevan al odio de Dios: no se someten a la ley de Dios, ni siquiera pueden; así los que viven según la carne, no pueden agradar a Dios…>>
(Rm 8, 3-12)
Estas palabras iluminaron mi historia, me hicieron comprender que había sustituido a Dios por aquel chico. Era una “mendiga de amor”, y hasta ese momento el único “amor” que conocía era el de él, por eso estaba dispuesta a todo con tal de no perderlo. Había apartado a Dios de mi vida y me había entregado a todo tipo de desenfrenos, con el fin de sentirme amada.
El padre, guiado por el Espíritu Santo, determinó tres pautas de la penitencia:
Rezar el rosario pidiéndole a la Santísima Virgen María, la castidad.
Pedirle a nuestro Señor Jesucristo, la obediencia.
Escrutar dicha palabra en silencio y de noche.Además me indicó que, esperara a que Dios me mostrara el momento conveniente para terminar la relación.
Así fue, seguí detalladamente cada una de las palabras del sacerdote y sólo por la misericordia de Dios, pasados tres días y cumplida la penitencia, inexplicablemente Esteban me terminó. Y más aún, ocho días más tarde, asistí al encuentro de chicas levantadas para la vida contemplativa , que repentinamente había sido aplazado para el 25 de Junio, pues estaba inicialmente para el día 18, es decir un día antes de romper el noviazgo. Un año más tarde fui escrutada y sorteada, por el equipo itinerante, para el convento de las Monjas Mínimas de Jerez de la Frontera. Finalmente viajé a España el 29 de Diciembre del 2016. 
Ahora bien, desde aquel suceso han pasado 4 años. Y puedo asegurar que estar en el monasterio es una victoria que sólo se la puedo atribuir al Señor. Porque, ha sido Él, sólo Él, quien ha transformado por completo mi vida, ha fijado sus ojos en mí y con dulzura ha dicho: “Daniela, sígueme”. Me ha dado a conocer lo que es el amor…Y ¿Qué otra cosa puede ser Amor, sino es Él mismo?
“Dios es amor” (1Jn 4,16b) y magnánimamente se me ha dado a conocer, se ha manifestado adyacente a mi existencia, se ha presentado como mi Padre, mi Esposo y como corriente de verdadero Amor.
Dios Padre en el principio de la creación, a cada uno nos pensó y nos dio una misión. Diseñó un plan y nos dotó de todas las cualidades y peculiaridades para llevarla a cabo.
Prueba de ello es que cada uno nacimos en un día, hora, lugar y vientre concretos. Nuestras fracciones, gestos, timbre de voz, nuestro temperamento, nuestra forma de ser, nuestra esencia, cada parte de nuestro cuerpo, cada lunar, cada mancha, cada órgano, cada célula; lo ha hecho de forma única  e irrepetible, es obra de su bondad. Nada fue al azar, ni por casualidad, ni mucho menos por un error. Todo lo pensó Dios, todo lo modeló, todo lo sostiene, todo lo que existe es porque le ha parecido bien.
Dios Hijo, Jesucristo, nuestro Señor. Con el fin de dar a conocer su amor hasta el extremo, quiso dejar la inmensidad de los cielos y bajar a este mundito. Voluntariamente quiso experimentar las incomodidades de esta vida terrenal: sentir hambre, sueño, frío, sed, dolor; quiso estar sujeto al espacio y al tiempo. Quiso sufrir, padecer y morir en una cruz. Con su dolorosísima pasión, ha renovado mi alma, todo lo ha hecho nuevo. Me ha devuelto la virginidad: esa pureza, ese deseo de estar y amar sólo a un Hombre. Y más aún, me concede el privilegio de estar con Él, de aprovechar la vida en su servicio, de manera que los que hoy desprecian su vida reconozcan a su Creador, y aquellos que están sumidos en los vicios de todo tipo, hallen la libertad de Cristo, el único que tiene poder sobre la muerte.
Dios Espíritu Santo, es un impulso incontenible hacia Dios, que hace posible dejar padres, hermanos, nación, casa, trabajo y un sinfín de posibilidades, para preferir una vida sencilla, humilde y en perpetua alabanza a Dios. El Espíritu Santo nos une en un solo Amor a trece mujeres de diferentes edades, nacionalidades y condiciones; muestra al mundo el cumplimiento de las palabras del apóstol: “Habéis purificado vuestras almas, obedeciendo a la verdad, para amaros unos a otros sinceramente como hermanos.” (1P 1,22)
En definitiva, Dios cuando entró en mi vida depositó la certeza de ser amada por la Trinidad, por eso solo me queda decir como Santa Isabel: “…me entrego a vos como una presa de amor, hundíos en mí para que yo me hunda en vos, hasta que vaya a contemplar en vuestra luz el abismo de vuestras grandezas”.
 
                                                                                   Sor Amada de la Trinidad