Jerez de la Frontera (Cádiz)
Testimonio Sor Victoria de la Cruz
“La voz de mi amado  dice Heme aquí; levántate amada mía, levántate hermosa mía y vente.”

Hola, soy Sor Victoria de la cruz, desde hace unos meses, la amada de Cristo. Con gozo y mucha alegría escribo esta historia de amor entre Cristo y Yo, para exaltar que yo no lo he elegido a Él, sino que Él me ha elegido, me ha llamado y me ha dado la gracia para perseverar en esta vocación. 
Nací en los Llanos Orientales de mi país (Colombia) más concretamente en el municipio de Villavicencio-Meta. Soy la tercera de cuatro hermanos. Por designios de Dios, cuando tenía cinco años mi Padre se fue de nuestra casa, y es aquí donde empieza la elección de Dios: a consecuencia de este acontecimiento, mi madre se refugia en la santa Madre Iglesia (pertenecía a las Comunidades Neocatecumenales de mi ciudad) y es desde ese momento, cuando me convierto en la niña de los ojos del Señor. Todo esto sin darme cuenta. De mi madre recibí lo más grande que te pueden dar: la fe, conocer y encontrarse con Jesucristo.
Sin embargo mi elección  a la vocación de vida religiosa, estaba muy oculta dentro de mi ser, porque en mi “proyecto de vida”  jamás me planteaba esta vocación, mis caminos eran como los de todas las chicas de mi edad, casarme pronto, tener muchos hijos (como mínimo doce) y formar una familia. Pero al ir pasando el tiempo el Señor no disponía nada para que se realizaran mis deseos, al contrario, cada vez se metía más fuertemente conmigo y los afectos (“la pandilla”) que tenía en mi comunidad: él necesitada vaciar mi corazón afectivo para poder hablarme al corazón sin ninguna interferencia. En menos de dos años envía a cada uno de la pandilla a realizar su vocación y a mí, me deja sin afectos y sin ningún refugio y escape, más que su Palabra y la Eucaristía.
Empieza la lucha porque, no hay candidato con mi mismo pensamiento para casarme, pero por otro lado empieza la seducción del Señor. Cuando asistía a las celebraciones, la proclamación de las lecturas, los salmos cantados, van dejando huella del amor infinito de Cristo, que ha muerto por mí. Y es finalmente en una convivencia de inicio de curso, cantado el salmo Me Robaste el corazón, me robaste el corazón, hermana mía esposa, me robaste el corazón... En ese momento llega una luz fuerte que ilumina toda mi oscuridad, me hizo comprender que no habría ningún “príncipe azul” en la tierra que me amara y llenara todo mi ser, más que Jesucristo, prueba de ello era LA CRUZ.
 Empiezo un proceso vocacional de cinco años, donde hay luchas, sufrimientos, alegrías, certezas y acontecimientos que sellan esta llamada; uno de ellos, el más claro, es la experiencia de la JMJ (Jornada mundial de la juventud, aquí en Madrid). Por designios del Señor uno de nuestros destinos fue la ciudad de Jerez de la Frontera, y estando aquí coincidí con las Hermanas Mínimas (sin saber que dos años después este sería el monasterio donde el señor me traía para responder a la llamada) en la vigilia que organizó la diócesis para los peregrinos, una de las Hermanas dio su experiencia vocacional, ¿Qué dijo? No me acuerdo, solo había una cosa que atraía toda mi atención, era el color negro de su hábito y la sencillez.  Ahora veo que el señor permitió este momento para que me enamorara de  la Orden de San Francisco de Paula desde el primer momento.  Terminada la JMJ, mi llamada a esta vida de oración y contemplación se confirmó y eso lo hizo el Señor a través de la palabra: “la mies es mucha los obreros son pocos, ROGAD AL DUEÑO DE LA MIES, para que envíe obreros a su mies”.
El 10  de febrero del 2014 llegué a este monasterio, y es aquí donde verdaderamente he experimentado y palpado el amor y el perdón de mis pecados; porque el estar más cerca de la verdadera luz, iluminó mi vida, y me mostró que el Señor me había elegido no por “buena”, sino porque necesitaba de una “cascara de huevo” para mostrar su gloria. Tengo la certeza que Dios me ha llamado, y que esta vocación ha nacido en la Iglesia (mi comunidad neocatecumenal en Colombia) y para la Iglesia, sin ningún mérito mío.  
Hoy, después de estar aquí casi cuatro años, hecha ya mi profesión de votos temporales en esta familia de la Orden de los Mínimos, he descubierto que mientras estaba fuera, siempre me fijaba en que si los chicos tenían lindos dientes, eran inteligentes y todas esas  ilusiones del hombre ideal  (príncipe azul), aquí ha sido diferente; contemplando al Señor, he visto cómo su gran acto de amor hacia mí ha sido su pasión, el camino hacia el Calvario, en donde no tenía apariencia de hombre, estaba maltratado, escupido, sudoriento…  y es aquí donde me ha confirmado que me quiere para Él, quiere que imite ese anonadamiento, yo que siempre quiero ser y aparecer , me trae a ser la MÍNIMA, a que desaparezca y así unida a Él pueda vivir oculta para el mundo, ofreciendo mi vida por amor a Dios para la redención de los hombres.
Por eso todos mis días empiezan con mi sí, sabiendo que mi fidelidad depende de mi respuesta, pero que no la puedo dar sin la acción de la gracia de mi Amado Esposo.  Y aunque los sufrimientos y luchas aparecen todos los días, solo puedo dar gracias al Señor porque me ha traído y me ha dado la gracia de perseverar hasta el día de hoy.
Para terminar puedo decirles que en mi vida la victoria ha sido siempre de la cruz.
 Se despide
 
Sor Victoria de la Cruz   O.M