Daimiel (Ciudad Real)
Profesión temporal
 
Profesión Temporal
De Sor Lucía De La Misericordia
 
El pasado día 23 de abril, la joven Sor Lucía de la Misericordia, concluía su noviciado y pronunciaba sus votos temporales ante la admiración y la emoción de cuantos acudieron a nuestra iglesia para unirse a nuestro gozo y dar gracias a Dios por la generosidad de Sor Lucía.
La ceremonia fue precedida por una vigilia de oración en acción de gracias al Señor por su misericordia, en la que nos acompañaron varios sacerdotes de nuestro pueblo. Y así fue cómo en la noche del 22 de abril, se congregaron en nuestra Iglesia un numeroso grupo de creyentes, familiares y amigos, incluso venidos desde Ciudad Real y otros pueblos de la diócesis, para acompañarnos gozosos y unir sus voces alabando a Dios y dando gracias por Sor Lucía, una nueva Hermana que con sus 23 años da su generosa respuesta a la llamada del Señor para seguirle en el caminar evangélico.
Todo se desarrolló en un clima de silencio elocuente, de embargada emoción y de inmensa gratitud. Un pequeño grupo de jóvenes, nos acompañaron con sus guitarras y sus voces, no faltaron los seminaristas de nuestro pueblo que quisieron participar activamente en momento tan gozoso para ellos, que también se preparan para llegar al día esperado de su ordenación sacerdotal. En uno de los momentos, D. Eulalio Asensio, que presidía la vigilia, invitó a todos a compartir la experiencia de la Misericordia de Dios, empezando él mismo dando gracias a Dios por cuanto ha hecho, hace y hará en su vida. Después, Sor Lucía compartió con todos su propia experiencia. Sus palabras, llenas de agradecimiento, nos reflejaron la maravilla del saberse cristiano en profundidad. Una de las cosas que ella recalcaba, en la víspera de su profesión, era que se sentía verdaderamente plena, que no le faltaba nada, ni necesitaba nada, porque Dios la llenaba y plenificaba en totalidad. Animó a todos a que le acompañáramos en su acción de gracias al Señor por su misericordia y pidió oraciones por su fidelidad al don que el Señor le regalaba. Con sencillas palabras salidas del corazón expresó a todos su deseo de ser luz de la Misericordia, y nos pidió que la ayudáramos con nuestra oración para mantenerse fiel en el camino emprendido. Tras el testimonio entonó un canto acompañada con la guitarra de una música orante:
 
Tú me has llamado Señor,
 
hoy vengo hasta tu altar,
para ofrecerte lo que yo tengo
todo mi ser;
todo aquello que Tú me has dado
tuyo ahora es.
 
Con mi deseo de en Ti esconderme
me uno a Ti.
Con esos votos que Tú pensaste
ya para mí,
crucificada contigo vivo
y soy feliz.
 
De esta mi vida
hago un manojo de alhelí,
en tu patena; mi hogar, mi vida
mi ayer, mi sí.
Dejo en tus manos todo lo mío
 
¡vive Tú en mí!
En mi clausura quemaré incienso
sólo en tu honor.
Misericordia será tu fuego
para mi amor.
Ser misionera desde el silencio:
¡esposa de Dios!
 
Mi joven vida como María
se rinde a Ti,
para perderme en tus caminos
sin verme a mí
Hoy es el cielo lo que comienza,
mi eterno sí.
 
(El canto ha sido compuesto por Sor Rosa Mª Ráez, miembro de nuestra comunidad de Daimiel que hoy está en Filipinas)
 

Seguidamente habló su madre, Miriam Olivo, que había venido desde Panamá, y no cesó de repetir su felicidad al ver la dicha de su hija. ¡Cómo no creer en Dios!, decía entre lágrimas llenas de emoción. También ella había vivido un proceso de conversión fuerte y contó muy brevemente cómo Dios había transformado y transformaba su vida, antes tan lejana y ajena. Y con fuerza repetía que se lo debía a la oración de su hija. Su testimonio llegó al fondo de todos los que allí la escuchábamos. Con el alma embargada de dicha concluimos la celebración y nos despedimos para volvernos a congregar al día siguiente en la celebración de la profesión temporal de Sor Lucía.
El día 23, por la tarde volvieron a abrirse las puertas de nuestra Iglesia que acogió a una multitud. Es difícil expresar con palabras cuanto aquella tarde aconteció en nuestra pequeña iglesia, “en las Mínimas”, como dicen nuestros daimieleños. El presbiterio se convirtió en un trozo de cielo, donde 21 sacerdotes y un seminarista (que actuó de monitor) glorificaban y alababan a Dios. Mientras los sacerdotes en procesión iban ocupando sus puestos, presididos por D. Antonio Lizcano, Vicario episcopal de religiosas, la Madre Superiora, la novicia y la Maestra de novicias se unieron a la procesión situándose en el presbiterio, donde todos los presentes pudieran seguir más tarde el rito de la profesión que se desarrolló una vez concluida la lectura del Evangelio. El canto de entrada resonó en el templo proclamando el mensaje de la octava de Pascua y del Domingo de la Misericordia: “Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia”.
Todo se desarrolló en clima de auténtica comunión eclesial, Sor Lucía pronunció sus votos con voz clara y potente ante la admiración de cuantos la escuchaban. Y muchos de los asistentes testimoniaron que merecía la pena haber asistido tan sólo por ver la cara de satisfacción y de felicidad de Sor Lucía.
Al concluir la celebración todos fueron invitados a pasar por el locutorio para manifestar con las Monjas su alegría y felicitar a la neoprofesa.
Ciertamente se palpó la presencia del Espíritu y la comunión eclesial. Así nos lo manifestaban una vez concluido todo.
Baste como muestra el siguiente testimonio:
“No os podéis imaginar (aunque creemos que sí ), el bien que nos hizo la vigilia. Fue un momento de gratitud  muy especial, se consiguió un ambiente de recogimiento y oración, que en el mundo actual es difícil de conseguir. Pudimos participar todos los asistentes, gracias al guión que preparasteis con tanto esmero. Y qué importantes los testimonios, y cuánto contenido tenían.
De la ceremonia de la profesión, todo está dicho, fuimos muchos los que quisimos estar allí con vosotras y especialmente con Sor Lucía. A nosotros dos, nos hicisteis caer en la importancia de la Misericordia Divina, para poder apelar a ella, en estos tiempos en los que tanta falta hace”
Monjas Mínimas
(Parte de este artículo se ha publicado en el periódico “Las Tablas”)