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¡CONTEMPLEMOS EL AMOR DE UN DIOS CRUCIFICADO Y RESUCITADO!
¡CONTEMPLEMOS EL AMOR DE UN DIOS CRUCIFICADO Y RESUCITADO!
Queridos hermanos: Nos encontramos ante las puertas del Gran Triduo Pascual, donde celebraremos los grandes misterios de nuestra fe, la Pasión-Muerte y Resurrección del Señor. Deseo profundamente que en estos días nos sintamos alcanzados por el Misterio y que la riquísima Liturgia de estos días únicos pase realmente por nosotros transformando el corazón y convirtiendo un poco más nuestras vidas al amor del Padre. Que estos días de intensa oración y meditación interior, nos acerquen más al encuentro con Jesús, porque Él y sólo Él es ‘Aquel que se ha revelado plenamente como el Señor de la vida y de la muerte en su evento pascual’… Os invito a contemplar a Jesús para acogerlo en el corazón, y, de esa contemplación, sacaremos las fuerzas necesarias para servirle con absoluta entrega, especialmente en estos días tan intensos de la Semana Santa. No se trata de mirar nuestro pecado, se trata de mirar Su Rostro y quedar extasiados ante Él. Se trata de estar con Él. Si Cristo vive en nosotros tenemos que transparentar mansedumbre, comprensión, dulzura, amor verdadero para con todos. La intimidad con Dios no nos aleja de los hermanos al contrario, cuanto más cerca de Dios, más cerca de los hermanos. Para alcanzar la perseverancia en la fe, necesitamos mirarnos en Cristo. En esa mirada recibimos la fuerza para vencer las tentaciones, porque Dios siempre nos mira con cariño para que renazcamos, no hay temor en el Amor.
En estos días santos la Palabra de Dios nos presenta al Cordero de Dios que, ofreciéndose libremente, carga con nuestro pecado, y vence, triunfa, salva y redime al mundo. Es la narración del inmenso y eterno Amor de Dios que se ha manifestado en Jesucristo cambiando todo el rumbo de la historia. Un amor traicionado, maltratado, burlado, humillado, un amor que va finalmente hasta el extremo de la muerte y más allá del sufrimiento físico, porque el verdadero sufrimiento de Cristo está en su alma. Cristo, para destruir el pecado, tuvo que cargar con todos los pecados del mundo y redimirnos haciéndose él mismo pecado por nosotros. Y sentirse todo pecado siendo el todo santo es el sufrimiento más vertiginoso de su alma… un abismo que jamás lograremos comprender. Sólo la fe, arrodillándose ante el Misterio, nos ayuda a vislumbrar lo que pasa en el Corazón de Jesús.

JUEVES SANTO
Tres realidades inseparables se dan en este Jueves Santo: el amor fraterno, la institución de la Eucaristía y el Ministerio Ordenado. Nos centramos en el amor fraterno. “Que el amor sea vuestra raíz y vuestro cimiento” (Ef 3, 17) Amar al hermano como Cristo nos ha amado es el nuevo mandamiento que el Señor Jesús nos dio. El amor fraterno ha de ser primordialmente, amor con obras. Así en el Jueves Santo, en el lavatorio de los pies vemos el amor que se ha vuelto servicio, Jesús nos enseña que el amor es más creíble cuando sirve. El verdadero amor fraterno, el que nos une a todos en un solo corazón y una sola alma, es el servitium caritatis, el que está dispuesto a abajarse y despojarse para ponerse a los pies de cada hermano y servirle, que supone acogerle en todo momento. El amor fraterno es un don que debemos pedir siempre y una tarea en la que debemos empeñarnos. En el Jueves Santo, es muy elocuente meditar sobre el amor que nos une y darnos el abrazo de paz y reconciliación. Pidamos al Señor que nos conceda vivificar nuestro amor fraterno y dispongámonos a entrar en el Misterio Pascual de la mano del Señor, que ha entregado su vida por nuestro amor. Y cuando, nos cueste alguna forma de ser del hermano, no olvidemos que cada hermano vale la sangre de Cristo.

VIERNES SANTO
En el Viernes Santo sólo se contempla y se adora al Crucificado. Getsemaní es contemplar la Pasión interior de Jesús. En esa noche Jesús va allí para orar, va a beber el cáliz, es lugar de sufrimiento, de silencio, de soledad. En esta noche Jesús se acerca a su sacrificio y vamos a ser redimidos por su muerte. En Getsemaní comienza la historia de un total amor, de una total entrega: la de Jesús, la tuya, la mía y la de todo ser humano. Jesús pasó por esa soledad. ¡En Getsemaní, ALGUIEN nos espera hoy!
LA CRUZ DE CRISTO nos revela el sentido del dolor. La Cruz nos dice que más allá del dolor hay un Amor, nos manifiesta el poder del pecado y nos hace comprender que el Amor es mayor que el pecado. El sufrimiento humano nos adentra en el Misterio del Amor. ¿Por qué Dios ha querido hacerlo a un precio tan alto? Si Dios ha querido pasar por el dolor y la muerte, ese dolor y esa muerte cobran un nuevo sentido, tiene valor redentor. Tú que quieres hacer de tu vida AMOR, te encontrarás con mucha frecuencia con el dolor. En este misterio, en esta contradicción, podemos vislumbrar que el dolor no es sólo incomprensible, sino que es un Misterio. Dios está contigo, ahí, sufriendo contigo, esta es la gran certeza de la Iglesia.
No ama más el que más sufre, sino el que ama más. No por sufrir somos mejores, somos mejores si amamos más, si perdonamos más, si comprendemos más, si servimos más…Si amas a Cristo te tocará llevar la Cruz, si te encuentras con Cristo llevarás tu cruz, pero con dignidad. Lo único que nos acerca a Dios es el Amor. La cruz es el signo más auténtico de lo que es el Amor. ¿Y POR QUÉ MURIÓ JESÚS? ¿Por qué se entrega a la muerte? Muere por nuestros pecados, muere para librarnos de la muerte, muere para darnos la vida, muere por Amor.

SABADO SANTO Y VIGILIA PASCUAL
En este Triduo Santo, no podemos olvidar la presencia de María, la Madre dolorosa que esperó contra toda esperanza la promesa de la Resurrección.
En la Noche Santa de Pascua, diremos en el Pregón Pascual que Dios, por rescatar al esclavo (que somos nosotros) ha sacrificado al Hijo. Feliz Noche de la Luz sin ocaso, en la que triunfa para siempre el Amor de Dios manifestado en Jesús, Señor y redentor nuestro.
Queridos hermanos, cuanto más crezcamos en el camino de la caridad, más creceremos en el camino del auténtico humanismo. Dios en Jesucristo ha cambiado todo y nos ha ofrecido lo mejor de sí mismo. Por bien podemos decir en la noche de Pascua: ¡¡¡Feliz Pascua de Resurrección, hemos pasado de la muerte a la vida!!!

Dispongamos nuestro corazón ante el Gran Triduo Pascual: Viernes santo-Sábado santo y Domingo de Resurrección. Pidamos unos por los otros, que el Espíritu Santo nos adentre en el Misterio. Tras la Gran Vigilia de Pascua, nos volveremos a abrazar, con la alegría desbordante de la Resurrección y del sentirnos congregados en fraternidad.
Que nos sintamos en comunión fraterna y oremos por toda la Iglesia, que nadie se quede sin recibir la gracia de la salvación.