Orar
El Adviento, tiempo de gracia, de crecimiento en la espera, de sonrisa en el alma.
EL ADVIENTO, TIEMPO DE GRACIA, DE CRECIMIENTO EN LA ESPERA,  DE SONRISA EN EL ALMA porque miramos al futuro y lo vemos lleno. No dejemos de crecer.
Es el Espíritu Santo quien interioriza a Jesús en nosotros y nos enseña desde dentro, convierte en experiencia viva al Maestro interior.

¿Cómo deberíamos caminar en el adviento? ¿No es verdad que es tiempo en que sonríe el alma? ¿A quién esperamos? A JESÚS. Pero Él ya está con nosotros, y esta certeza produce un canto en el corazón.

El canto de los creyentes es un canto de fe, es para alivio de nuestro trabajo: “cantan, pero caminan” Camina-adelanta, pero en el bien. Es el sentido de este tiempo litúrgico, también de nuestro camino de fe: “canta y camina”. En las pruebas es difícil pensar que Dios está cerca de mí, pero la fe me dice que Él está cerca de mí. El adviento nos recuerda que el Señor ha venido, nos espera y camina con nosotros en estas dificultades, ¡canta y camina! ¡Espera! Canta porque frente a ti está la esperanza cristiana, y puedes llevar las dificultades porque Jesús ha venido. El adviento no es una ficción histórica, ¡ya ha venido! Pero hoy esperamos su esperanza, hoy estamos con nuestros problemas y necesitamos su salvación. El canto es nuestra esperanza, frente a toda dificultad está Jesús, pero ... no lo vemos pero creemos. ¡Es el camino de fe! La esperanza nos impulsa a cantar, a vivir con tranquilidad nuestras dificultades, porque al final del camino está Dios que nos espera”.

Jesús es el tesoro de nuestra vida y hace falta capacidad y virtud para descubrir un tesoro, por ej: una buena poesía, un buen soneto... es decir, juzgamos el valor de una cosa por nuestra capacidad y creemos que no tiene valor porque nosotros no tenemos capacidad para valorar ese tesoro, sucede con el arte... y sobre todo con la música. Esto ocurre también ante el Evangelio, la culpa no es de la Palabra, es nuestra, que somos incapaces de contemplar cómo Dios es el mayor tesoro de nuestra vida. El tesoro que Dios otorga para quien sabe contemplar la riqueza que hay detrás del conocimiento de Dios, es la sabiduría, el discernimiento. En sentido bíblico no es saber de todo, es saber ver en los acontecimientos las huellas de Dios impresas, es saber apreciar aquellos momentos en los que Dios nos ha tocado; si somos incapaces de hacer esto, nos falta el don de Sabiduría.

Y S. Pablo nos lo dice de otra manera en Rm 8,28: "A los que aman a Dios todo les sirve para el bien"; para los que aman a Dios todos los acontecimientos (los buenos y los malos, los de alegría y los de sufrimiento), de todo se saca el bien. Cuando solamente vemos con pesimismo nuestras vidas, nos falta fe, esperanza y amor. Cuando uno se acerca a Dios, sabe que todo le sirve para el bien y eso produce alegría.
Al alejarse de Dios uno se vuelve triste, al acercarse a Dios uno se vuelve alegre, este es el sentido profundo del tesoro que Dios nos da con la sabiduría. Dios nos toca, guía nuestras vidas y de todo saca el bien. Tarde o temprano este tesoro descubierto producirá el fruto de la alegría. Es el fruto que produce este tiempo de adviento. Dejemos que el Espíritu de Jesús nos llene el alma de sonrisa y abramos nuestro corazón para recibirle con fe. 

Monjas Mínimas de Daimiel